| Podría finiquitar esta crítica diciendo que la historia de Fight Night Champion es mejor que la de Assasin’s Creed: La Hermandad, que logra crearse a su alrededor una atmósfera mucho más satisfactoria que la de Alan Wake con mucho menos esfuerzo y que su mecánica de juego es mejor que la de Marvel vs. Capcom 3, y no os estaría mintiendo. Pero de este juego hay que hablar: se merece unas palabras. Hay que hablar lo justo, sin embargo, y luego el resto decirlo de la única forma que al final es válida: proyectando el puño contra la cara de nuestro rival.
Como ya dijimos hace poco, cuando empezamos a jugar a Fight Night Champion caemos directamente dentro del modo Champion, aquel en el que se nos cuenta la historia de Andre Bishop. Es aquí donde el juego logra meternos de cabeza en la atmósfera brutal y más oscura que buscaban con esta secuela; el boxeo es violencia glorificada, violencia cristalizada y reconvertida en espectáculo estético, y este modo nos sirve tanto para darnos cuenta de esto como para convertirnos en un buen boxeador (virtual) al mismo tiempo que lo hace Andre Bishop. Cuando él entrena nosotros entrenamos, cuando él pasa a peso pesado nosotros también lo hacemos; el inteligentísimo diseño de los combates del modo Champion hace que cuando lo terminemos (su duración es de unas cinco o seis horas) tengamos más que interiorizadas las bases del deporte y de la mecánica del juego, y podamos salir a lo salvaje y medirnos el lomo con cualquiera en igualdad de condiciones. | | |
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